El primer sorbo de Primo te hace reconocer las tardes olvidadas, las risas saturadas de las conversaciones. Toronja ardiente y calmante miel de agave integrada a la naranja de un abrazo breve de la mezcla de aquel aperitivo. Toques herbáceos del romero fundidos con dulzor del azahar, un balance perfecto, casi etéreo.
Enmarcado en el instante, aquella sensación rodea el momento flotante deseoso del instante sabor efímero. Primo no llena los vacíos, pero los hace llevaderos, invitando a una pausa donde las notas de Jamaica, cardamomo y ruibarbo se escurren en el aire, como susurros de lo que pudo ser. En ese espacio, donde cada ingrediente queda suspendido, se reconoce la vida misma, latente en la esencia del momento, la mezcla de sabores se disuelve, dejando solo la memoria de lo no dicho, la promesa de algo que se desvanece justo cuando más lo deseas.