Con los labios salados, garraspando ese último trago, testigo del aire tibio rozando la piel. En la comisura de los ojos, donde el sol se refleja en la piel y la arena aún tibia, Las Californias sabe a ese instante detenido, a aquel resplandor ámbar derramándose sobre el agua. Un gin en mano, helado, cristalino, despertando los sentidos, adherido al momento vivo.
El Gin Cítrico, fresco y vibrante, con destellos dorados de los limones partidos en la orilla del mar, el aroma de hierbas recién cortadas confundiéndose con la brisa. Y el Gin Nativo, terroso, evocando la sal que queda en los labios, el susurro de lo silvestre en el viento.
Momentos que no pedían nada más que compañía se representan en tragos honestos. Entre lo bueno y lo malo, Las Californias demuestra que la rutina puede existir y bastar: sin prisas, sin peso, solo el instante, fresco y eterno en su fugacidad.