Sed creando aquel abismo en la boca donde el cuerpo desconoce aquello sin nombre, espuma y fermento formando suaves pensamientos en constante espera, donde en ese instante Zorra calla y despierta la piel. La cerveza crea un impacto en los rincones del cuerpo, donde todo termina hundiéndose en conspiraciones dentro de lo que se conoce, y en cada rincón, el fermento se disuelve, avivando los sentidos.
Agitando las emociones, entra y explota una Berry Summer Ale entre las grietas de frutos rojos; su dulzura ácida aviva la necesidad de la German Pils Lager, lucida y sin miedo, con su nítida frialdad que corta en contraste con una Hibiscus Spritz de aire denso y fulgor carmesí, entre lo dulce y lo cítrico. O su opuesto: la Rye Session IPA, seca y amarga, como un zarpazo de lúpulo en el paladar. Quizá lo espeso y dulce de la Imperial Peanut Stout plantea la idea de la mezcla de cacao y cacahuate, como una muestra de que el tiempo cede. Tal vez la transparencia afilada de la ginebra crea un filo helado sobre la piel, despidiendo aquel cítrico calor en el pecho, para instalarse.
Sin buscar complacer, Zorra aviva el alma, un refugio de las cosas descubiertas, sin temer a la reactivación del nítido pensamiento del estallido de la malta que se disuelve en la garganta como un sonido persistente.