En la mayoría de los almacenes, el espacio es uno de los recursos más críticos. Una zona mal aprovechada, saturada o con producto en lugares inadecuados puede generar cuellos de botella, errores de picking y conteos imprecisos. Por eso, realizar reubicaciones internas no debe ser una acción reactiva, sino parte de una rutina operativa bien definida.
Reubicar no es solo mover cajas o pallets. Es una estrategia para mantener la eficiencia operativa y el orden visual del almacén, anticipándose a rotaciones, caducidades o picos de demanda.

Detectar cuándo reubicar y por qué
El primer indicador de que una reubicación es necesaria es cuando se detecta desorden visual: pallets fuera de sus posiciones, mercancía invadiendo pasillos o zonas de staging saturadas. Otro síntoma común es la baja productividad en surtido, al tener que recorrer más metros para recolectar productos mal ubicados.
Además, cuando una ubicación asignada ya no refleja el volumen real de un SKU —por ejemplo, si bajó su rotación o su presentación cambió—, es momento de reorganizar. También deben reubicarse productos próximos a caducar, devoluciones recuperables o excedentes de temporada.
Frecuencia recomendada para mantener el orden
No existe una única frecuencia universal, pero como regla general, los almacenes dinámicos deberían hacer reubicaciones internas semanalmente. Esto no significa mover todo, sino revisar secciones clave, como zonas de alta rotación, sobrantes de picking o posiciones temporales.
Almacenes más estables, con baja rotación o sin picos estacionales, pueden hacerlo cada 15 días o una vez al mes. Lo importante es que exista una rutina calendarizada y no esperar a que el caos obligue a actuar.
Reubicar con base en datos, no por intuición
Las reubicaciones deben estar guiadas por datos: niveles de inventario, rotación histórica, dimensiones del producto y layout del almacén. Para esto, el WMS debe permitir visualizar las ubicaciones por SKU y alertar sobre sobreocupaciones, zonas muertas o productos que podrían reubicarse para mejorar el flujo.
Evitar decisiones “al ojo” o por comodidad del operador es fundamental para no trasladar el desorden de un lugar a otro.
Designar responsables y evitar improvisaciones
No cualquier operador debe ejecutar reubicaciones. Es ideal que el área de control de inventario o el jefe de almacén defina qué productos se mueven, a dónde y por qué. Incluso si el movimiento lo hace otro colaborador, debe seguir instrucciones claras.
Además, todas las reubicaciones deben registrarse en sistema en tiempo real. Mover producto sin registrar genera doble conteo, pérdidas aparentes o errores de surtido.
Medir el impacto de las reubicaciones
Cuando se hacen de forma constante y estratégica, las reubicaciones internas mejoran la velocidad de picking, reducen errores de ubicación y permiten aprovechar mejor el espacio disponible. También evitan compras innecesarias al dar visibilidad a producto rezagado que parecía “agotado”.
Medir estos efectos permite justificar el tiempo invertido en reubicar y fomentar una cultura operativa más proactiva y ordenada.

Conclusión: el orden no se mantiene solo, se trabaja
Un almacén eficiente no es el que más espacio tiene, sino el que mejor lo usa. Las reubicaciones internas no son pérdida de tiempo: son una inversión en control, agilidad y aprovechamiento. Hacerlas con frecuencia, con base en datos y con procesos bien definidos, es una práctica clave para cualquier operación logística profesional.