Si China dejara de exportar durante un mes completo, el mundo enfrentaría un choque en múltiples frentes: cadenas de suministro paralizadas, mercados alterados, precios en alza y esfuerzos urgentes por encontrar soluciones. A continuación, tres grandes dimensiones de impacto y una conclusión.

1. Parálisis en cadenas de suministro globales
En 2024, China exportó mercancías por un valor aproximado de 2.89 billones de dólares, lo que representa una parte crucial del comercio mundial. Solo en marzo de 2025, sus exportaciones mensuales alcanzaron los 313,900 millones de dólares. Si se detuvieran por un mes completo, eso significaría una pérdida inmediata de más de 300,000 millones de dólares en productos que no llegarían a los mercados globales, afectando profundamente a industrias clave como electrónica, automotriz, textil y manufactura ligera.
La industria automotriz sería una de las más afectadas, ya que China domina el 70% al 90% del suministro global de tierras raras, necesarias para fabricar vehículos eléctricos, turbinas eólicas, semiconductores y sistemas de defensa. En escenarios recientes, la reducción de exportaciones ya provocó que fabricantes como Maruti Suzuki redujeran su producción de modelos eléctricos a menos de un tercio y que Hyundai anunciara que sus reservas solo alcanzaban para un año de producción. Un cierre total por un mes paralizaría muchas fábricas en Europa, Estados Unidos y Asia, deteniendo no solo la producción de automóviles, sino también de aviones, dispositivos médicos y componentes tecnológicos.
China también es líder mundial en la producción de smartphones, consolas, juguetes y textiles. Según datos recientes, el país representó casi el 46% de las exportaciones globales durante el primer trimestre de 2025. Si esto se interrumpe, significaría que no se entregarían bienes por valor superior a 100,000 millones de dólares en estos sectores, dejando a minoristas sin inventario justo en temporadas clave. Países como Vietnam, India, México o Bangladesh no podrían absorber este volumen en tan poco tiempo sin una expansión significativa en su capacidad instalada.
2. Alza inflacionaria y volatilidad en precios internacionales
La escasez de productos, combinada con una demanda estable o creciente, generaría una presión inflacionaria inmediata a nivel global. Actualmente, el precio de productor en China ha estado descendiendo a una tasa interanual de más del 3%, pero este ritmo cambiaría bruscamente en un escenario de interrupción, al igual que los precios internacionales de productos terminados e insumos.
El comercio minorista en países dependientes de importaciones chinas, como Estados Unidos, se vería duramente afectado. Solo en mayo de 2025, las importaciones estadounidenses desde China cayeron un 35% en comparación con el año anterior, sin que se detuviera completamente el comercio. Un cese total llevaría a una caída del 100% en ciertos sectores y generaría escasez de componentes clave para la producción local. La inflación se manifestaría primero en bienes de consumo directo como ropa, electrodomésticos, y electrónicos personales, y luego en productos más complejos que dependen de insumos chinos.
Los costos logísticos también aumentarían: el precio de los contenedores podría subir hasta cinco veces su valor habitual, como ya ocurrió durante la pandemia. Los seguros de carga y la logística aérea, que se volvería una vía urgente para muchos productos críticos, incrementarían sus tarifas entre 8 y 10 veces más que el transporte marítimo. Esto golpearía especialmente a pymes que no tienen capacidad para absorber estos costos, o negociar con múltiples proveedores en distintos países.
3. Reacción mundial: reubicación, diversificación y oportunidades emergentes
Ante un cierre de exportaciones desde China, la respuesta mundial sería rápida y estratégica. Las empresas acelerarían planes de nearshoring (traslado de producción a países cercanos) y reshoring (repatriación de procesos productivos). Gobiernos como el de Estados Unidos ya están imponiendo aranceles de hasta el 145% en productos chinos y considerando suspensiones temporales de ciertos impuestos a la importación para fomentar la diversificación de proveedores. En este escenario, países como México, Vietnam, India e Indonesia ganarían relevancia como centros alternativos de producción y ensamblaje.
México, por su cercanía con Estados Unidos, su red de tratados y su creciente capacidad industrial, sería uno de los principales beneficiarios. El país podría atraer inversiones extranjeras para fabricar autopartes, dispositivos electrónicos, maquinaria ligera y textiles. Esto implicaría una expansión acelerada de infraestructura logística: puertos, aeropuertos, parques industriales, carreteras y almacenes. También aumentaría la demanda de operadores logísticos que puedan gestionar cadenas de suministro regionalizadas y más complejas.
Además, las grandes empresas comenzarían a establecer reservas estratégicas de minerales, componentes electrónicos y materias primas críticas. El modelo de Hyundai, que mantiene inventarios de tierras raras suficientes para un año, se volvería estándar entre fabricantes de alto volumen. Se formarían nuevos mercados spot para estos materiales y aumentaría el valor de productores alternativos en África, América Latina y Australia.
Los países europeos y Japón probablemente presionarían diplomáticamente a China para obtener licencias temporales de exportación de productos clave, especialmente aquellos relacionados con energía y salud. En paralelo, habría un repunte inmediato de las cargas aéreas, aunque a un alto costo, para cubrir demandas urgentes. Sin embargo, estas medidas solo mitigarían parcialmente el impacto, ya que la infraestructura de producción global no está lista para reemplazar de inmediato el papel de China.

Conclusión
Un mes sin exportaciones desde China tendría un efecto dominó inmediato en la economía mundial: interrupciones masivas de producción, escasez de productos, inflación, caos logístico y una carrera global por reconfigurar cadenas de suministro. Sin embargo, esta disrupción también traería una ola de inversiones hacia nuevos centros productivos, destacando a México y otras economías emergentes como protagonistas del nuevo orden logístico global. Sería una sacudida violenta, pero con el potencial de corregir una dependencia excesiva y construir una red de comercio más diversificada, resiliente y estratégica.