¿Por qué no toda la logística es igual?

No todos los productos viajan igual. Aunque compartan almacén o transportista, la logística detrás de una blusa, una caja de fresas o un smartphone es completamente distinta. Cada tipo de producto tiene su propio “temperamento”: unos son frágiles, otros urgentes, algunos impredecibles. Y si no se entienden sus particularidades, la operación se vuelve ineficiente, costosa y propensa a errores. En esta nota exploraremos por qué la logística no puede ser uniforme y cómo adaptar procesos, tecnología y talento según el tipo de producto que se mueve.

Moda: velocidad, devoluciones y una carrera contra el calendario

La logística de moda es una carrera contra el tiempo. Las colecciones cambian cada temporada, las tendencias evolucionan en semanas y los consumidores esperan entregas rápidas, cambios fáciles y empaques que reflejen el estilo de la marca.

Uno de los mayores retos es la gestión del inventario. Una prenda puede tener hasta 20 variantes entre tallas, colores y estilos. Esto multiplica los SKU y exige sistemas de gestión que permitan visibilidad en tiempo real, rotación ágil y reposición inteligente. Además, la moda tiene una tasa de devoluciones altísima: en e-commerce puede superar el 30%. Esto obliga a tener procesos de logística inversa bien definidos, con inspección rápida, reacondicionamiento y reintegración al inventario. Si no se hace bien, las prendas devueltas se acumulan, pierden valor o terminan en liquidación.

El embalaje también es clave. No solo debe proteger, sino también comunicar. Muchas marcas invierten en empaques personalizados, sostenibles y visualmente atractivos. El unboxing se ha convertido en parte de la experiencia de marca, especialmente en moda premium. Otro desafío es la estacionalidad. Si una prenda no se vende en su temporada, pierde valor rápidamente. Esto obliga a planificar campañas logísticas con precisión quirúrgica: desde el lanzamiento hasta las rebajas, cada fase tiene su propia lógica de distribución.

Y no olvidemos la omnicanalidad. Hoy, un cliente puede comprar en línea, recoger en tienda, devolver por mensajería o cambiar en un punto físico. Esto exige una logística flexible, conectada y capaz de adaptarse a múltiples flujos sin perder trazabilidad. También hay que considerar la logística de pre-venta. Muchas marcas lanzan productos en preventa y deben coordinar la producción, el almacenamiento y la entrega en fechas específicas. Un retraso en esta etapa puede afectar la percepción de la marca y generar cancelaciones masivas.

Alimentos: frescura, temperatura y una logística contra el reloj

Mover alimentos es una carrera contra la descomposición. Desde frutas hasta carnes, pasando por lácteos, congelados o productos preparados, cada categoría tiene exigencias específicas de temperatura, humedad, manipulación y velocidad. Uno de los pilares es la cadena de frío. Romperla, aunque sea por minutos, puede comprometer la calidad del producto, generar pérdidas económicas y poner en riesgo la salud del consumidor. Por eso, se utilizan vehículos refrigerados, sensores de temperatura en tiempo real y embalajes térmicos que garantizan la conservación.

La trazabilidad también es crítica. En caso de una alerta sanitaria, es necesario saber exactamente de dónde vino cada lote, por dónde pasó y a qué clientes llegó. Esto requiere sistemas de registro detallados, códigos de lote y plataformas que integren toda la información. Además, los alimentos tienen una vida útil corta. Esto obliga a aplicar principios como FEFO (first expired, first out) y a tener una rotación constante del inventario. Un error en la planificación puede generar desperdicio, multas o reclamos.

La logística de alimentos también debe adaptarse a picos de demanda. Por ejemplo, en fechas como Navidad, Semana Santa o el Día de la Madre, el consumo se dispara. Si no se anticipa, se generan quiebres de stock, retrasos y pérdida de ventas. Otro reto es la diversidad de formatos. No es lo mismo entregar una caja de frutas a un supermercado que llevar una comida preparada a un cliente final. Cada canal requiere un tipo de empaque, transporte y manipulación distinto.

En el caso de alimentos frescos, la velocidad lo es todo. En muchas ciudades, los pedidos deben entregarse en menos de 60 minutos. Esto exige una red de microhubs, rutas optimizadas y repartidores capacitados para manejar productos delicados. También hay que considerar las regulaciones sanitarias. Cada tipo de alimento tiene requisitos específicos de etiquetado, conservación y transporte. No cumplirlos puede generar sanciones o incluso la clausura de operaciones.

Y no olvidemos la logística inversa. En alimentos, las devoluciones no siempre son viables. Pero sí es necesario gestionar los residuos, los productos caducados y los empaques retornables. Esto requiere procesos claros y responsables.

Gadgets: seguridad, precisión y una logística de alto valor

Los dispositivos electrónicos tienen una logística completamente distinta. Aquí, el foco está en la seguridad, la trazabilidad y la precisión. Un error no solo cuesta dinero: puede afectar la reputación de la marca o generar problemas legales. Uno de los principales desafíos es el valor unitario. Un solo smartphone puede costar cientos de dólares. Esto obliga a tener medidas de seguridad en toda la cadena: desde cámaras en el almacén hasta sellos inviolables, escaneo por RFID y monitoreo en tiempo real.

Además, muchos gadgets contienen baterías de litio, consideradas mercancía peligrosa. Esto implica cumplir con regulaciones específicas de embalaje, etiquetado y transporte. Un error puede generar sanciones o incluso accidentes. El embalaje debe proteger contra golpes, humedad, polvo y descargas electrostáticas. Se utilizan materiales especiales, bolsas antiestáticas y cajas con compartimentos diseñados a medida. También se incluyen manuales, garantías y accesorios, lo que exige precisión en el armado.

La logística inversa también es compleja. Cuando un cliente devuelve un gadget, hay que verificar su estado, borrar datos personales, reacondicionarlo o enviarlo a reparación. Todo esto debe hacerse rápido, con trazabilidad y cumpliendo protocolos de seguridad.

Otro aspecto clave es la sincronización con lanzamientos. Cuando una marca lanza un nuevo modelo, la logística debe estar lista para entregar miles de unidades en todo el país el mismo día. Un retraso puede arruinar una campaña de marketing o generar frustración masiva. Y no olvidemos la personalización. Muchos clientes esperan recibir su dispositivo con configuraciones específicas, grabados o accesorios seleccionados. Esto obliga a tener procesos flexibles, pero sin perder eficiencia.

También hay que considerar la logística de componentes. Muchos gadgets se ensamblan a partir de piezas que llegan de distintos países. Coordinar su llegada, almacenaje y ensamblaje requiere una logística de precisión quirúrgica. Y en caso de fallas técnicas o recalls, la logística debe ser capaz de recoger, reemplazar y redistribuir productos en tiempo récord, sin afectar la imagen de la marca.

Conclusión

Cada producto tiene su propia lógica logística. La moda exige velocidad y flexibilidad. Los alimentos, control y frescura. Los gadgets, seguridad y precisión. Pretender moverlos con los mismos procesos es como usar el mismo mapa para tres ciudades distintas. Entender las particularidades de cada categoría no es solo una cuestión técnica: es una ventaja competitiva. Porque en logística, como en la vida, lo que funciona para uno… puede arruinar al otro.

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