¿Por qué algunos países tienen mano de obra tan barata?

En un mundo donde las cadenas de suministro globales y la producción multinacional están cada vez más integradas, la existencia de países con mano de obra barata es un fenómeno que sigue alimentando el debate sobre la equidad económica y los derechos laborales. ¿Cómo es que algunos países pueden ofrecer costos laborales significativamente más bajos que otros? La respuesta no es simple ni única. Existen factores históricos, políticos, económicos y sociales que inciden directamente en el costo de la mano de obra. Desde estructuras salariales mínimas deficientes hasta sistemas de seguridad social fragmentados, la baratura de la fuerza laboral suele tener un trasfondo complejo. Explorar estas causas nos ayuda a entender tanto las ventajas competitivas como los dilemas éticos que este modelo plantea.

Factores históricos y desarrollo económico desigual

Una de las principales razones por las que algunos países tienen mano de obra más barata que otros se relaciona con su historia económica. Muchos países en vías de desarrollo o del llamado “Sur Global” han tenido trayectorias marcadas por el colonialismo, conflictos prolongados, deuda externa o políticas económicas fallidas que frenaron su crecimiento. Esto ha derivado en estructuras productivas centradas en actividades de bajo valor agregado, como la agricultura intensiva, la maquila o la extracción de recursos, que no requieren una mano de obra altamente calificada.

Estos sectores suelen generar empleos mal remunerados porque no producen una gran riqueza por trabajador. En países como Bangladesh, donde el salario mínimo ronda los 95 dólares mensuales según datos del Banco Mundial, la industria textil es la columna vertebral de la economía. Aunque representa más del 80 % de las exportaciones, su margen de ganancia por pieza es tan bajo que los salarios apenas superan la línea de pobreza. Este patrón se repite en naciones como Vietnam, Camboya o Etiopía, donde las ventajas comparativas se construyen en función de salarios bajos, no de innovación o tecnología.

Además, muchos de estos países han sido presionados a abrir sus economías en condiciones desfavorables. En las décadas de 1980 y 1990, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial impulsaron programas de ajuste estructural que, aunque buscaban estabilizar economías, también redujeron la inversión pública y desmantelaron redes de protección laboral. Esto debilitó la capacidad de los gobiernos para establecer políticas salariales o laborales robustas, lo que a su vez mantuvo deprimidos los ingresos de los trabajadores.

Ausencia de regulación laboral y presión sobre los derechos

Otro componente central en el costo de la mano de obra es el marco legal que regula las relaciones entre empleadores y trabajadores. En países donde no existen sindicatos fuertes, inspecciones laborales frecuentes o leyes que garanticen condiciones dignas, los empleadores pueden pagar menos sin enfrentar consecuencias. Esta falta de regulación no solo reduce los salarios directos, sino que también elimina beneficios colaterales como seguridad social, pensiones, licencias por enfermedad o prestaciones.

En América Latina, por ejemplo, el sector informal representa cerca del 50 % del empleo total, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Esto significa que la mitad de los trabajadores no tienen contrato, no cotizan para su jubilación ni tienen acceso a seguro médico. En países como Bolivia, Honduras o Nicaragua, el salario mensual promedio en el sector informal puede ser hasta 40 % menor que en el sector formal, según estudios del Banco Interamericano de Desarrollo.

Asia presenta ejemplos aún más contrastantes. En Filipinas, el salario mínimo varía por región, y en muchas zonas rurales no supera los 6 dólares por jornada. A esto se suma que las jornadas laborales pueden ser de más de 10 horas sin pago de horas extras ni descanso adecuado. En países como India, la existencia de “contratos a demanda” permite emplear trabajadores sin garantías de continuidad, lo que precariza aún más su situación.

La falta de regulación también atrae inversión extranjera directa en sectores como la confección, el ensamblaje electrónico y la manufactura liviana. Empresas multinacionales, en búsqueda de reducir costos, instalan fábricas en países con regulaciones laxas, lo que perpetúa el círculo de bajos salarios. Aunque esto genera empleo, también crea dependencia en sectores de bajo desarrollo tecnológico, imposibilitando el crecimiento de salarios en el mediano plazo.

Competencia global y costo de vida local

Un aspecto adicional que influye en el bajo costo de la mano de obra en ciertos países es la relación entre el ingreso y el costo de vida. En economías donde el precio de bienes básicos como alimentos, vivienda y transporte es bajo, los salarios pueden mantenerse reducidos sin que los trabajadores caigan en condiciones extremas de pobreza. Sin embargo, esto no significa que la calidad de vida sea alta.

En países como Pakistán o Myanmar, el salario mínimo apenas alcanza para cubrir las necesidades alimentarias básicas, y los trabajadores deben laborar más de 60 horas semanales para sostener a una familia. En África Subsahariana, se estima que más del 70 % de los trabajadores asalariados viven con menos de 3.20 dólares al día, según cifras del Banco Mundial. Este fenómeno conocido como “working poor” (trabajadores pobres) indica que tener un empleo no es garantía de una vida digna.

La competencia global también juega un papel importante. Países compiten entre sí para atraer inversión ofreciendo mano de obra más barata. Este fenómeno, conocido como “race to the bottom”, lleva a gobiernos a flexibilizar sus normativas laborales o a congelar salarios mínimos para mantenerse atractivos ante los ojos del capital extranjero. En regiones como el Sudeste Asiático o Centroamérica, esta competencia ha impedido que los salarios crezcan al ritmo del valor que generan los trabajadores.

Por ejemplo, en El Salvador el salario mínimo en el sector maquilador fue de apenas 365 dólares mensuales en 2023, mientras que las exportaciones textiles representaron más de 1,800 millones de dólares al año. Esta desproporción evidencia que los salarios no siempre reflejan el valor económico creado, sino que responden a dinámicas globales y locales de poder y regulación.

Conclusión

La existencia de mano de obra barata en ciertos países es el resultado de una compleja interacción entre historia económica desigual, falta de regulación laboral, competencia internacional y bajos costos de vida. Si bien estos factores permiten a las empresas operar con menores costos y ofrecen empleo a millones de personas, también generan condiciones laborales precarias, ingresos insuficientes y dependencia estructural de sectores de bajo valor. Superar este modelo requiere políticas públicas sólidas, fortalecimiento de los derechos laborales, inversión en educación y tecnología, y una visión más equitativa de cómo se distribuye la riqueza generada. El reto está en encontrar el equilibrio entre competitividad económica y dignidad humana.

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