La operación logística de una estación de servicio es más compleja de lo que parece a simple vista. Aunque desde el punto de venta final el surtido de combustibles puede parecer uniforme, lo cierto es que existen diferencias fundamentales en la forma en que se gestionan la gasolina y el diésel. Estas diferencias se manifiestan en aspectos clave como la demanda, el tipo de clientes, la infraestructura de almacenamiento, el transporte y hasta las medidas de seguridad que deben aplicarse. Entender cómo se estructura esta logística ayuda a dimensionar los retos que enfrentan las cadenas de suministro energéticas en un contexto donde la eficiencia, la seguridad y el cumplimiento normativo son cada vez más exigentes.

Naturaleza química y requerimientos de transporte diferenciados
Una de las principales diferencias entre la logística de gasolina y la de diésel radica en la naturaleza física y química de cada combustible. La gasolina es más volátil y se evapora con mayor facilidad, lo cual implica mayores riesgos durante su almacenamiento y transporte. Esto obliga a utilizar sistemas de control de vapores más estrictos, camiones cisterna con compartimentos sellados y protocolos de descarga más precisos. Además, las estaciones deben estar equipadas con válvulas de recuperación de vapores y sensores que monitorean la presión en los tanques para evitar fugas.
Por otro lado, el diésel tiene una composición más estable y menor punto de inflamación, lo que lo hace relativamente más seguro desde el punto de vista operativo. Sin embargo, esta misma característica lo vuelve más denso y susceptible a problemas de temperatura en climas fríos, lo cual requiere que las unidades de transporte cuenten con sistemas de calefacción o aditivos anticongelantes cuando se distribuye en regiones de bajas temperaturas.
En términos de transporte, ambas sustancias se mueven generalmente en los mismos vehículos cisterna, pero en compartimentos separados. La gasolina tiende a ser distribuida en mayor volumen a zonas urbanas donde la demanda de vehículos particulares es más alta, mientras que el diésel tiene rutas más marcadas hacia zonas industriales, rurales o donde operan flotas de transporte pesado. Esta segmentación obliga a los operadores logísticos a planificar rutas y horarios distintos para cada tipo de combustible, maximizando la eficiencia de cada entrega.
Comportamiento del mercado y estrategias de distribución
Otro factor que genera diferencias logísticas entre diésel y gasolina es la naturaleza del consumo. La gasolina está orientada principalmente al consumo minorista: millones de vehículos particulares que recargan en estaciones de servicio distribuidas en áreas urbanas. Esto implica una logística centrada en la reposición constante de pequeñas cantidades, con una frecuencia alta y un control estricto del inventario para evitar quiebres de stock.
Según cifras de la Secretaría de Energía de México (SENER), se consumen más de 700 mil barriles diarios de gasolina en el país, con una concentración significativa en las zonas metropolitanas del Valle de México, Guadalajara y Monterrey. Esta demanda atomizada implica que las gasolineras deben recibir carga diaria o interdiaria, con horarios de entrega preferentemente nocturnos o en horarios de baja afluencia para evitar congestiones en las estaciones.
En cambio, el diésel tiene una demanda más concentrada, ya que lo utilizan principalmente transportistas, maquinaria agrícola, vehículos de carga pesada y generadores eléctricos. Esto permite realizar entregas más espaciadas pero de mayor volumen por evento. También existen convenios con grandes consumidores que permiten la instalación de tanques dedicados o el abastecimiento directo en patios o terminales logísticas, lo que cambia radicalmente el modelo de distribución.
En regiones fronterizas o corredores industriales como el Bajío, el noreste o el sureste de México, las empresas de logística desarrollan estrategias específicas para abastecer flotillas con diésel a través de sistemas centralizados. Esto incluye contratos de suministro a precios preferenciales, sistemas de monitoreo vía GPS y tarjetas de control de consumo por unidad. En estos casos, el papel de la gasolinera tradicional cambia por completo, pues su función no es solo comercial sino también estratégica para la operación del cliente.
Almacenamiento, normativas y mantenimiento especializado
Desde el punto de vista del almacenamiento, también existen diferencias notables. La gasolina requiere mayor vigilancia por sus emisiones volátiles, por lo que los tanques deben ser enterrados, con sistemas de contención secundaria y monitoreo continuo de posibles derrames. Las estaciones deben cumplir con normativas ambientales como la NOM-005-ASEA para el diseño y operación de sistemas de almacenamiento subterráneos de hidrocarburos.
El diésel, en cambio, puede almacenarse con menos restricciones, incluso en tanques aéreos en instalaciones privadas, siempre que se cumpla con las condiciones de seguridad. No obstante, el almacenamiento de diésel requiere atención a su calidad, ya que está más expuesto a la formación de sedimentos y bacterias si se mantiene por mucho tiempo sin rotación. Esto obliga a realizar limpiezas periódicas de los tanques y a aplicar aditivos que estabilicen su composición.
En términos de mantenimiento, la gasolina puede generar corrosión en algunos componentes si no se almacena adecuadamente, especialmente en estaciones antiguas con tuberías metálicas. El diésel puede formar parafinas si se expone a bajas temperaturas, bloqueando filtros y líneas de suministro. Por ello, el mantenimiento técnico de cada sistema debe considerar el tipo de combustible que maneja, el clima de la región y la rotación del producto.
Finalmente, la normatividad también varía. Mientras que ambos combustibles están regulados por la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA), las exigencias específicas sobre sistemas de medición, seguridad y control de fugas son más estrictas para la gasolina. Los operativos de inspección también difieren en frecuencia según el volumen de ventas y el tipo de combustible predominante en la estación, lo que requiere una logística administrativa diferenciada.

Conclusión
Aunque desde el punto de vista del consumidor llenar el tanque de gasolina o diésel puede parecer una acción cotidiana, detrás de ese acto existe una cadena logística altamente especializada que varía significativamente entre ambos combustibles. Desde su transporte, almacenamiento, hasta su normatividad y mercado objetivo, gasolina y diésel presentan diferencias que obligan a diseñar rutas, protocolos y sistemas de control diferenciados. La eficiencia en esta logística no solo garantiza el abasto nacional, sino que también tiene impacto en la seguridad, el medio ambiente y la rentabilidad de miles de estaciones de servicio. Entender estas diferencias es esencial para empresas energéticas, operadores logísticos y autoridades encargadas de la regulación del sector.