La historia secreta detrás del código de barras

En un mundo donde la innovación suele venir acompañada de grandes anuncios y lanzamientos espectaculares, hay tecnologías que han cambiado el curso de la historia sin que apenas lo notemos. El código de barras es una de ellas. Esa serie de líneas negras y blancas que vemos en casi todos los productos es mucho más que una imagen: es el símbolo de una revolución silenciosa que transformó la logística, el comercio y la forma en que se mueve el mundo. Desde su invención en los años 40 hasta su implementación masiva en los 70, el código de barras ha sido clave para la automatización, la trazabilidad y la eficiencia en la cadena de suministro. Esta nota revela su origen, evolución y el impacto que ha tenido en la logística moderna.

Un invento universitario que cambió el comercio global

La historia del código de barras comienza en 1948, cuando Bernard Silver, estudiante del Instituto de Tecnología de Drexel en Filadelfia, escuchó a un ejecutivo de supermercados pedir ayuda para automatizar el proceso de cobro. Silver compartió la idea con su colega Norman Joseph Woodland, quien se inspiró en el código Morse para desarrollar un sistema de identificación visual. En 1949, ambos presentaron una patente para un “aparato de clasificación” que utilizaba patrones concéntricos similares a una diana. Aunque rudimentario, este diseño sentó las bases para lo que sería el código de barras moderno.

La tecnología, sin embargo, no estaba lista para su implementación. No fue sino hasta 1974 que se realizó el primer escaneo comercial de un producto con código de barras: un paquete de chicles Wrigley’s en un supermercado de Troy, Ohio. Este momento marcó el inicio de una nueva era en el comercio minorista. El sistema utilizado fue el UPC (Universal Product Code), desarrollado por IBM, que permitía codificar información sobre el producto y el fabricante en un formato legible por escáneres ópticos.

La adopción fue lenta al principio. Los fabricantes no querían invertir en etiquetado si los minoristas no tenían escáneres, y los minoristas no querían instalar escáneres si los productos no venían etiquetados. Fue Walmart quien rompió el ciclo en 1988 al adoptar masivamente la tecnología, lo que impulsó su expansión global. En México, el código de barras llegó oficialmente el 21 de agosto de 1986, gracias a la iniciativa de 18 empresas que fundaron la Asociación Mexicana del Código de Producto (AMECOP). El primer producto mexicano en llevar un código fue el jabón Don Máximo.

Hoy, más de 5 mil millones de lecturas de códigos de barras se realizan diariamente en todo el mundo. En México, el 98% de los productos comercializados en tiendas cuentan con esta tecnología, y más de 55,000 empresas la han implementado. El prefijo 750 identifica los productos registrados en el país, y GS1 México es el organismo encargado de su administración.

La revolución logística detrás de las líneas

Aunque el código de barras es más conocido por su uso en puntos de venta, su verdadero impacto se ha dado en la logística. Antes de su implementación, el control de inventarios era manual, lento y propenso a errores. Con la llegada del código de barras, las empresas pudieron automatizar procesos clave como la recepción, almacenamiento, picking, packing y despacho de mercancías.

En centros de distribución, los códigos permiten identificar productos, registrar movimientos y optimizar rutas de recolección. Esto ha reducido los errores en la preparación de pedidos y ha acelerado los tiempos de entrega. Según GS1, el uso de códigos de barras puede reducir los errores de inventario hasta en un 90% y aumentar la eficiencia operativa en un 40%.

Además, los códigos de barras han sido fundamentales para la trazabilidad. En sectores como el alimentario y farmacéutico, permiten rastrear productos desde su origen hasta el consumidor final. Esto es crucial para garantizar la seguridad, cumplir con normativas y responder rápidamente ante retiradas de productos. En la industria alimentaria, por ejemplo, los códigos ayudan a identificar lotes contaminados y aislarlos en cuestión de horas.

También han sido clave en la gestión de activos. Equipos, maquinaria y contenedores pueden ser etiquetados para facilitar su localización, mantenimiento y disponibilidad. En el transporte, los códigos en etiquetas de envío permiten clasificar paquetes, optimizar rutas y reducir pérdidas. Incluso en hospitales, se utilizan para identificar pacientes y medicamentos, mejorando la seguridad y reduciendo errores médicos.

La evolución tecnológica ha llevado al desarrollo de códigos bidimensionales como el QR, que pueden almacenar más información y ser leídos por dispositivos móviles. Estos códigos se utilizan en logística avanzada, marketing, control de acceso y autenticación de productos. Algunos incluyen cifrado para prevenir falsificaciones, como el EPC (Electronic Product Code), que garantiza la autenticidad en toda la cadena de suministro.

Curiosidades y futuro de una tecnología invisible

A pesar de su omnipresencia, el código de barras guarda secretos curiosos. Por ejemplo, el primer símbolo patentado tenía forma de diana, no de líneas. En Japón, existió un videojuego llamado Barcode Battler que usaba códigos para generar personajes. En Seattle, se han colocado códigos QR en lápidas para compartir información sobre los difuntos. Y en los años 90, hubo teorías conspirativas que relacionaban el número 666 con los códigos UPC, obligando a su creador, George J. Laurer, a desmentir públicamente cualquier vínculo.

En cuanto a su impacto económico, los códigos de barras han sido clave para el crecimiento del comercio electrónico, la expansión del retail y la globalización de la cadena de suministro. Al permitir una identificación única y estandarizada, han facilitado el comercio internacional, la integración de sistemas y la interoperabilidad entre empresas. También han impulsado la digitalización de procesos, la analítica de datos y la inteligencia logística.

Sin embargo, el futuro del código de barras enfrenta desafíos. La aparición de tecnologías como RFID (Identificación por Radiofrecuencia) ofrece ventajas como lectura sin línea de visión, mayor capacidad de datos y seguimiento en tiempo real. Aunque más costosa, esta tecnología está ganando terreno en sectores como la moda, la salud y la logística avanzada.

También se exploran códigos inteligentes que integran sensores, conectividad y blockchain para garantizar trazabilidad, autenticidad y transparencia. En un mundo donde los consumidores exigen más información y las empresas buscan eficiencia total, el código de barras podría evolucionar hacia sistemas híbridos que combinen lo mejor de varias tecnologías.

A pesar de estos avances, el código de barras sigue siendo insustituible en muchos contextos. Su bajo costo, facilidad de implementación y compatibilidad universal lo mantienen vigente. Además, su capacidad para integrarse con sistemas ERP, WMS y CRM lo convierte en una herramienta esencial para la gestión moderna.

Conclusión

El código de barras es una de esas tecnologías que, sin hacer ruido, ha transformado el mundo. Desde su origen como un proyecto universitario hasta convertirse en el ADN del comercio global, ha revolucionado la logística, la trazabilidad y la eficiencia operativa. Aunque su diseño es simple, su impacto es profundo. Y aunque nuevas tecnologías emergen, el código de barras sigue siendo el héroe silencioso que mantiene en movimiento la economía mundial. La próxima vez que escanees un producto, recuerda que detrás de esas líneas hay una historia de innovación, precisión y transformación.

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