El 9 de abril de 2025 marcó un nuevo episodio en la política comercial de Estados Unidos. La administración de Donald Trump activó una serie de nuevos aranceles bajo lo que ha denominado el «Día de la Liberación, Episodio 2», una estrategia agresiva para contrarrestar lo que considera como “décadas de abusos comerciales contra EE.UU.”. Esta nueva oleada de aranceles, que impone tarifas de hasta el 50% sobre importaciones provenientes de 57 países, tiene como objetivo reducir los déficits comerciales y proteger la industria nacional. Sin embargo, sus consecuencias económicas y políticas se están sintiendo en todo el mundo.

Un giro proteccionista con consecuencias globales
Los nuevos aranceles se aplican a una amplia gama de productos: desde automóviles, acero y electrónicos, hasta textiles, productos agrícolas y maquinaria industrial. Los países más afectados incluyen China, Alemania, Corea del Sur, México, Vietnam y la India, todos con altos niveles de exportaciones hacia EE.UU. El gobierno de Trump ha justificado la medida afirmando que estos países han distorsionado el mercado global mediante subsidios, dumping comercial y manipulación cambiaria.
Según la Oficina del Representante Comercial de EE.UU. (USTR), la medida busca restablecer condiciones justas para los productores estadounidenses y corregir un déficit comercial que en 2024 superó los 800,000 millones de dólares. En palabras del propio Trump, «es hora de que Estados Unidos recupere el control de su comercio y deje de financiar el crecimiento de otros países a expensas del nuestro».
Sin embargo, diversos analistas han advertido que la estrategia podría generar una escalada de represalias comerciales. China ya ha anunciado medidas espejo sobre productos estadounidenses, y la Unión Europea está evaluando responder con nuevas tarifas a sectores como la tecnología y la agroindustria.
Impacto en la economía estadounidense
A corto plazo, los nuevos aranceles podrían beneficiar a ciertos sectores industriales al reducir la competencia externa. La industria del acero y el aluminio, por ejemplo, ha visto un aumento en los pedidos nacionales y un repunte en los precios internos. Sin embargo, otras industrias se ven afectadas por el aumento de los costos de insumos importados, lo cual podría traducirse en precios más altos para los consumidores.
Según la Federación Nacional de Minoristas (NRF), el precio promedio de bienes importados podría incrementarse entre un 8% y 15% en los próximos seis meses. Esto afectaría principalmente a productos como electrónicos, ropa, muebles y electrodomésticos. Empresas como Apple, Walmart y Home Depot han advertido que tendrán que ajustar sus cadenas de suministro y sus estrategias de precios.
En el sector automotriz, los aranceles afectan tanto a autos completos como a componentes. Fabricantes como Ford, General Motors y Tesla importan piezas de diversos países, y el encarecimiento de estos insumos podría desacelerar la producción, reducir el margen de ganancia y generar despidos en plantas ensambladoras.
En cuanto a los consumidores, el alza de precios ya comienza a sentirse. Un estudio de JPMorgan estima que una familia promedio podría gastar hasta 1,200 dólares adicionales anualmente como resultado de los nuevos aranceles. Este escenario podría contribuir a una presión inflacionaria, en un contexto donde la Reserva Federal ya enfrenta el dilema de contener los precios sin frenar la reactivación económica.
Repercusiones internacionales y tensiones diplomáticas
Los nuevos aranceles no solo generan tensiones comerciales, sino también diplomáticas. China fue el primero en reaccionar, imponiendo aranceles del 25% a 2,500 productos estadounidenses, incluyendo soya, carne de res, tecnología y maquinaria. Esto afecta gravemente a estados como Iowa, Kansas y Texas, donde la agricultura es una de las principales actividades económicas.
México también ha manifestado su preocupación, ya que los nuevos aranceles podrían vulnerar los compromisos del T-MEC. El gobierno mexicano ha iniciado conversaciones diplomáticas para buscar una exención y mantener las condiciones de libre comercio acordadas. Por su parte, la Unión Europea está evaluando llevar el caso ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), al considerar que las medidas estadounidenses violan principios fundamentales del comercio multilateral.
Vietnam, uno de los países más golpeados por los aranceles, ha pedido formalmente la apertura de una mesa de negociación bilateral. Empresas del sector textil y electrónico vietnamita se ven amenazadas por la pérdida de acceso preferencial al mercado estadounidense, lo que podría derivar en despidos masivos y cierre de plantas.
La tensión también se refleja en los mercados financieros. El índice Dow Jones cayó un 3.2% en la semana posterior al anuncio, mientras que el Nasdaq retrocedió un 2.6%. El dólar se apreció frente a varias monedas emergentes, dificultando las exportaciones de otros países y generando volatilidad en mercados como el mexicano y el brasileño.
Impacto en América Latina y México
Para América Latina, los nuevos aranceles representan una amenaza significativa. México, como principal socio comercial de EE.UU., podría enfrentar una desaceleración de sus exportaciones, particularmente en los sectores automotriz, electrónico y agroalimentario. La Secretaría de Economía estima que las pérdidas podrían superar los 4,500 millones de dólares si no se logra una exención parcial.
Brasil y Argentina, que habían logrado aumentar sus exportaciones de acero y carne a EE.UU., ahora deben reevaluar sus estrategias comerciales. Los gobiernos sudamericanos están buscando nuevos mercados en Asia y Europa, al tiempo que fortalecen alianzas regionales como el Mercosur.
Empresas multinacionales con plantas en México, como Bosch, Siemens, Samsung y General Motors, se enfrentan a la necesidad de rediseñar sus cadenas logísticas para reducir la exposición a los nuevos aranceles. Esto podría ralentizar la estrategia de nearshoring que venía cobrando fuerza en la región.
Escenarios futuros: proteccionismo o reconfiguración comercial
El panorama a mediano y largo plazo dependerá de varios factores: la respuesta de los socios comerciales, la eficacia de las medidas para reducir el déficit y la reacción de los mercados. Si las represalias se generalizan, podría desencadenarse una guerra comercial de gran escala con efectos devastadores para el comercio global.
En paralelo, algunas empresas están acelerando su salida de China para evitar los aranceles, y trasladan sus operaciones a países como India, Vietnam o incluso México. Esta reconfiguración podría abrir nuevas oportunidades para regiones emergentes, siempre que logren adaptarse rápidamente a las exigencias del comercio internacional.
También existe la posibilidad de que el Congreso o la OMC intervengan para limitar el alcance de estas medidas. La presión de los lobbies empresariales, los gobernadores estatales y los consumidores podría obligar a la Casa Blanca a renegociar o modular la aplicación de los aranceles.

En conclusión, los nuevos aranceles impuestos el 9 de abril de 2025 marcan un punto de inflexión en la estrategia comercial de EE.UU. Aunque buscan proteger la producción nacional, sus efectos secundarios podrían tener consecuencias globales en términos de precios, empleos, diplomacia y estabilidad económica. Las próximas semanas y meses serán determinantes para evaluar si esta estrategia logra los objetivos planteados o si, por el contrario, desencadena una nueva era de tensiones comerciales internacionales.