En el competitivo ecosistema fintech latinoamericano, las startups mexicanas están dando un paso audaz hacia su internacionalización. Durante el primer semestre de 2025, empresas como Klar, Kueski, Stori, Albo y Fondeadora han comenzado su proceso de expansión hacia países centroamericanos como Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica y Panamá. Con una oferta centrada en microcréditos digitales, tarjetas sin comisiones, cuentas de ahorro inteligentes y servicios financieros 100% digitales, estas fintechs buscan capitalizar un mercado con gran potencial de inclusión financiera.

Una región con necesidades financieras insatisfechas
Según el Banco Mundial, más del 40% de la población adulta en Centroamérica no tiene acceso a una cuenta bancaria tradicional. La falta de infraestructura bancaria, la desconfianza en las instituciones financieras y los altos costos de los servicios bancarios tradicionales han dejado a millones de personas fuera del sistema financiero. Esta realidad representa una oportunidad enorme para las fintechs, que pueden ofrecer alternativas más accesibles, digitales y personalizadas.
El uso de smartphones y la conectividad a internet han crecido aceleradamente en la región. En 2024, la penetración de internet móvil alcanzó el 70% en Guatemala y el 75% en El Salvador, lo que permite a las plataformas fintech llegar a usuarios que antes estaban desconectados. Además, las remesas familiares representan hasta el 25% del PIB en países como Honduras y El Salvador, lo cual genera una demanda natural de productos financieros digitales para recibir, ahorrar e invertir esos recursos.
Casos destacados: Klar, Kueski y Stori
Klar, una plataforma que ofrece tarjetas de crédito sin comisiones y con cashback, inició operaciones piloto en Guatemala y Costa Rica en abril de 2025. Su modelo «mobile-first» y su enfoque en usuarios sub-bancarizados ha generado interés entre jóvenes trabajadores y freelancers. Klar planea alcanzar 500,000 usuarios centroamericanos antes de cerrar el año.
Kueski, enfocada en microcréditos y pagos diferidos (BNPL), inició operaciones en El Salvador y Panamá, apuntando a comerciantes informales y usuarios que buscan financiamiento para consumo inmediato. Su algoritmo de riesgo basado en inteligencia artificial permite evaluar a clientes sin historial crediticio tradicional. En apenas tres meses, ha entregado más de 15,000 microcréditos en la región.
Stori, por su parte, ha centrado su estrategia en la inclusión financiera mediante tarjetas de crédito digitales. Su expansión en Honduras y Nicaragua ha sido acompañada por campañas de educación financiera digital y alianzas con comercios locales. A marzo de 2025, Stori reporta 120,000 tarjetas activas en Centroamérica, con una tasa de renovación del 87%.
Estrategias de expansión y colaboración regional
La clave del éxito para estas fintechs radica en su capacidad para adaptarse a las particularidades locales. Muchas han optado por alianzas con bancos tradicionales, cooperativas de ahorro y startups locales para acelerar su entrada. Por ejemplo, Fondeadora colabora con una red de cajas rurales en Guatemala para facilitar retiros en efectivo y verificación de identidad.
Albo ha apostado por un modelo de banca digital regional en alianza con Visa y Mastercard, ofreciendo tarjetas prepagadas aceptadas en toda Centroamérica. Además, ha establecido centros de atención remota con personal local para generar confianza entre usuarios que recién se integran al sistema financiero digital.
La integración de sistemas de validación biométrica, la gamificación de la educación financiera y los programas de fidelidad han sido herramientas comunes para atraer usuarios y mantenerlos activos. Estas estrategias han sido particularmente efectivas en el segmento juvenil, que busca soluciones simples, accesibles y adaptadas a su estilo de vida digital.
Retos regulatorios y sostenibilidad del crecimiento
Uno de los mayores desafíos que enfrentan estas fintechs en su expansión es la diversidad regulatoria de la región. Cada país centroamericano tiene su propio marco legal en materia de crédito, datos personales y actividad financiera. Algunas fintechs han tenido que establecer oficinas de cumplimiento legal en cada país, lo que ha ralentizado su crecimiento.
La seguridad también es una preocupación. Con el incremento en transacciones digitales, también crecen los riesgos de ciberataques y fraudes. Para hacer frente a esto, fintechs como Klar y Albo están invirtiendo en ciberseguridad y programas antifraude basados en machine learning.
Otro reto es la sostenibilidad del modelo de microcrédito. Si bien la demanda es alta, también lo es el riesgo de morosidad. Por ello, Kueski y Stori han adoptado modelos escalonados de crédito que permiten aumentar el límite de los usuarios conforme demuestran buen comportamiento financiero.

Perspectivas futuras: integración regional y banca descentralizada
El futuro del ecosistema fintech centroamericano parece estar marcado por la integración regional. Iniciativas como el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) están financiando proyectos de infraestructura digital y promoviendo la interoperabilidad entre sistemas financieros nacionales. Esto podría allanar el camino para una banca digital transfronteriza.
Al mismo tiempo, algunas fintechs están explorando soluciones con tecnología blockchain para reducir costos de transferencia y mejorar la trazabilidad. En El Salvador, donde el uso de Bitcoin es legal, fintechs como Kueski analizan integrar stablecoins para ofrecer cuentas de ahorro con protección frente a la inflación.
En conclusión, la expansión de las fintechs mexicanas hacia Centroamérica representa un paso significativo hacia la democratización financiera regional. Si logran consolidarse, podrían transformar la forma en que millones de personas acceden, gestionan y hacen crecer su dinero. No se trata solo de tecnología, sino de generar confianza, educación y oportunidades en una región que necesita soluciones inclusivas y sostenibles.