Aunque suele pasar desapercibido para el consumidor promedio, el pellón es un material fundamental en las industrias textil, automotriz, médica y del calzado. Conocido también como entretela o tela no tejida, este producto técnico juega un rol silencioso pero vital en millones de artículos que usamos todos los días. La cadena de suministro del pellón abarca desde la obtención de polímeros sintéticos hasta su transformación en bobinas, rollos o cortes que se envían a fábricas en todo el mundo. Con una creciente presión por la sostenibilidad, la trazabilidad y la optimización logística, entender cómo se produce y distribuye el pellón es clave para anticipar los retos del futuro textil.

Producción inicial a partir de polímeros y procesos de no tejido
El proceso para producir pellón inicia en la obtención de polímeros sintéticos, especialmente poliéster y polipropileno, aunque también existen versiones con fibras naturales como viscosa o algodón. Los polímeros se obtienen principalmente del petróleo, y su disponibilidad está atada al mercado petroquímico global. Esto significa que las fluctuaciones en los precios del crudo o los conflictos geopolíticos pueden impactar directamente el costo del pellón en toda su cadena de suministro. Países como China, India, Estados Unidos y Alemania dominan la producción de materias primas necesarias para la fabricación del no tejido.
Una vez que se cuenta con el polímero, se lo transforma mediante procesos como spunbond, meltblown, cardado o punzonado con aguja. Estos métodos permiten entrelazar las fibras sin necesidad de tejerlas, lo que otorga al pellón propiedades como resistencia, porosidad, absorción y maleabilidad, adaptables a distintos usos. Por ejemplo, el método spunbond es ampliamente usado para fabricar pellones usados en bolsas reusables, batas médicas o forros de tapicería, mientras que el método meltblown es más empleado en filtros o mascarillas quirúrgicas.
Las plantas que llevan a cabo esta transformación están ubicadas cerca de centros industriales o textiles, como en el sur de China, el norte de México, el sudeste de Europa y el sur de Estados Unidos. Estas fábricas operan con maquinaria especializada que puede procesar miles de toneladas de fibra por año, en jornadas continuas y bajo normas de calidad muy estrictas. En el caso de los productos para uso médico, la planta debe cumplir normas como ISO 13485 o las regulaciones de la FDA, lo cual requiere protocolos de limpieza, inspección y documentación exhaustivos.
El pellón también puede recibir tratamientos posteriores para mejorar su desempeño. Algunos se recubren con adhesivos termofusibles para aplicaciones textiles, otros se laminan para ser impermeables, o se les agregan propiedades antibacterianas, ignífugas o resistentes a los rayos UV. Cada uno de estos tratamientos implica una fase adicional en la cadena de suministro, que puede realizarse en la misma planta o subcontratarse a terceros, lo que agrega complejidad al sistema logístico.
El almacenamiento del pellón antes de su distribución también requiere condiciones especiales. Como es un material voluminoso pero liviano, se transporta en rollos de gran tamaño que deben mantenerse secos, alejados de fuentes de calor o humedad. En regiones tropicales o costeras, las bodegas deben tener control de temperatura y buena ventilación para evitar deterioro, sobre todo si el material incluye componentes termosensibles o pegamentos activables con calor.
Logística internacional y distribución a sectores especializados
Una vez producido y almacenado, el pellón se distribuye a los fabricantes que lo usarán en sus productos terminados. La logística en esta etapa varía mucho según el destino, el tipo de industria y la modalidad de uso. En América Latina, gran parte del pellón se importa desde Asia, especialmente desde China, India y Vietnam. Los embarques suelen hacerse por contenedor marítimo, aunque también se usa transporte terrestre entre países vecinos, o vía aérea para productos especializados como el pellón quirúrgico en situaciones urgentes.
El transporte del pellón requiere embalajes adecuados que eviten su deformación, aplastamiento o contaminación. Dado que es un material poroso, puede absorber olores o polvo, por lo que muchas empresas exigen que los rollos lleguen envueltos individualmente en plástico sellado. En el caso de grandes volúmenes, se usan pallets cubiertos con película retráctil y certificados de calidad que garanticen que el producto no ha sido alterado durante el tránsito.
Las aduanas y normativas locales también juegan un papel clave en esta etapa. Por ejemplo, en algunos países el pellón con características médicas debe contar con registros sanitarios, certificados de esterilidad y trazabilidad documental. Esto retrasa el despacho aduanero y puede generar cuellos de botella si la documentación no está completa. Por eso, muchas empresas trabajan con agentes logísticos especializados en este tipo de materiales, que se encargan de validar previamente los requisitos legales del país destino.
En la industria textil, el pellón se utiliza como base estructural en ropa formal, sombreros, bolsas y calzado. Los fabricantes reciben el material en rollos y lo cortan según patrones definidos por el diseño del producto. La resistencia del pellón a la deformación lo hace ideal para dar cuerpo a ciertas prendas o como soporte para bordados. En este segmento, la velocidad y la consistencia del suministro son vitales para no frenar las líneas de producción.
En el sector automotriz, el pellón se emplea en revestimientos interiores, techos, paneles de puertas o filtros. Aquí los requisitos son más estrictos, ya que el material debe cumplir con estándares de resistencia al fuego, durabilidad y compatibilidad con otros materiales. Las automotrices suelen trabajar con contratos de suministro a largo plazo que exigen calidad constante y entregas puntuales. Cualquier retraso o variación en el grosor o textura del pellón puede afectar toda una cadena de ensamblaje.
También en la industria médica el pellón ha cobrado protagonismo. Se usa en batas desechables, mascarillas, gorros quirúrgicos, cubrezapatos y envoltorios estériles. Durante la pandemia de COVID-19, la demanda de este tipo de pellón se disparó, causando escasez global, aumentos de precio y la creación de nuevas plantas para cubrir la demanda. Se estima que entre 2020 y 2022 la producción mundial de pellón tipo meltblown aumentó en más de un 60%, con nuevas inversiones en China, Estados Unidos y México.
Sostenibilidad, reciclaje y tendencias de innovación en el mercado
Uno de los desafíos crecientes en la cadena de suministro del pellón es la sostenibilidad. Al estar compuesto principalmente de polímeros derivados del petróleo, su huella de carbono es significativa. Además, como muchos de sus usos son desechables, el impacto ambiental se multiplica. En respuesta a esto, varias empresas han comenzado a desarrollar pellones biodegradables, reciclables o hechos con contenido reciclado post-consumo. Aunque estas alternativas todavía representan una fracción del mercado, su crecimiento es constante y responde a la presión de consumidores, gobiernos y marcas globales que buscan reducir su impacto ambiental.
Algunos fabricantes ya ofrecen pellones de poliláctico (PLA), una bioplástico derivado del maíz o la caña de azúcar. Este tipo de material es compostable en condiciones industriales y se está utilizando en empaques y textiles ecológicos. También se están desarrollando versiones híbridas que combinan fibras recicladas con resinas vírgenes, lo que permite mantener parte del desempeño técnico sin comprometer la durabilidad. Estos cambios en la materia prima también afectan la logística, ya que muchos materiales biodegradables requieren condiciones de almacenamiento distintas y tienen menor tiempo de vida útil.
Otra tendencia es la integración de tecnología en el pellón. En sectores como la salud o la electrónica, ya se están desarrollando materiales inteligentes que incorporan sensores, capacidades antibacterianas, cambios de color o propiedades activas al contacto con la piel. Esto transforma al pellón de un simple soporte estructural a un componente activo dentro del producto final. Su cadena de suministro se vuelve más sofisticada, con requerimientos de trazabilidad electrónica, control de temperatura y certificación avanzada.
Finalmente, la automatización también está influyendo en la logística del pellón. Con la llegada de sistemas de almacenamiento robotizado, etiquetado RFID y seguimiento por GPS, muchas empresas ahora pueden rastrear sus rollos desde la planta de origen hasta el piso de producción. Esto mejora la eficiencia, reduce pérdidas y permite tomar decisiones más informadas sobre compras, rotación de inventario y planificación de demanda.

Conclusión
La cadena de suministro del pellón es una red global que involucra química, ingeniería textil, logística especializada y una creciente conciencia ambiental. Desde la extracción del polímero hasta su aplicación final en una prenda, una mascarilla o un vehículo, el pellón debe cumplir con requisitos técnicos y normativos muy precisos. A medida que crece la demanda y las regulaciones se vuelven más exigentes, las empresas deben innovar en sostenibilidad, trazabilidad y eficiencia. En un mercado donde cada segundo y cada fibra cuentan, entender esta cadena es clave para mantenerse competitivo.