El uso del equipo de protección personal (EPP) no debería ser opcional, pero en muchos almacenes se convierte en una batalla constante. Casco, chaleco, guantes o lentes protectores son ignorados por comodidad, prisa o simple desinterés. El problema es que esta omisión puede tener consecuencias graves.

Más allá del reglamento: entender el porqué del rechazo
Muchos operadores saben que deben usar EPP, pero no lo hacen porque lo consideran incómodo, innecesario o porque nadie les ha explicado realmente su función. También influye el ejemplo: si sus supervisores no lo usan o lo permiten, el mensaje es claro. Por eso, antes de castigar, es clave entender el contexto y las causas reales.
Una razón común es el mal estado del equipo. Chalecos sucios, cascos vencidos o lentes rayados hacen que el operador prefiera prescindir de ellos. Otros simplemente no lo ven como algo serio, sobre todo si nunca han presenciado un accidente. En ambos casos, se requiere una estrategia más profunda que solo imponer sanciones.
La importancia de liderar con el ejemplo
Si los jefes de almacén, supervisores o personal administrativo entran al piso sin EPP, aunque sea por un minuto, están enviando el mensaje equivocado. El cumplimiento empieza desde arriba. Un equipo operativo es mucho más propenso a respetar una norma si ve que todos, sin excepción, la siguen.
Además, hay que evitar contradicciones: no tiene sentido exigir el uso de casco si se permite correr por el pasillo o si los pasillos están mal señalizados. La seguridad debe sentirse como parte integral del ambiente, no como una orden impuesta desde la oficina.
Capacitación con impacto emocional
Una estrategia efectiva es mostrar casos reales de accidentes que pudieron evitarse con EPP. No se trata de asustar, sino de sensibilizar. También funciona invitar a operadores con más experiencia a contar historias donde el equipo los protegió. Estos testimonios generan más impacto que cualquier presentación en PowerPoint.
Las capacitaciones deben ser breves, frecuentes y prácticas. Es preferible hacer sesiones de 15 minutos cada semana que una plática de tres horas cada seis meses. Además, pueden incluir dinámicas, simulacros o concursos para reforzar el aprendizaje sin hacerlo aburrido o repetitivo.
Premiar el cumplimiento también funciona
Más allá de sancionar a quien no usa EPP, también conviene reconocer públicamente a quienes sí lo hacen de forma constante. Esto puede incluir incentivos simbólicos como reconocimientos mensuales, días libres acumulables o menciones especiales en las juntas operativas.
El refuerzo positivo crea cultura. Si el operador siente que su cumplimiento tiene valor, lo adoptará como hábito. Además, el reconocimiento entre pares fortalece la disciplina colectiva sin necesidad de imponer autoridad de forma directa.
Sanciones claras, pero con criterio
Aunque se priorice la capacitación y el reconocimiento, también deben existir consecuencias para quien insista en no cumplir. Estas sanciones deben estar claramente escritas en el reglamento interno y ser aplicadas de forma pareja, sin importar el puesto o antigüedad del operador.
Sin embargo, es importante usar el sentido común. No es lo mismo olvidar el chaleco una vez que negarse reiteradamente a usarlo. Las sanciones deben ser progresivas, comenzando con advertencias verbales, luego escritas, y solo después considerar suspensiones o llamados al área de Recursos Humanos.
Involucrar al equipo en la solución
En lugar de imponer reglas desde la dirección, una táctica útil es formar un pequeño comité interno de seguridad donde participen los mismos operadores. Ellos pueden proponer mejoras, evaluar el estado del EPP y ser voceros entre sus compañeros. Esto genera un sentido de pertenencia que reduce la resistencia.
Además, se pueden abrir canales anónimos para reportar si hay equipos dañados, falta de material o actitudes riesgosas. El operador se sentirá escuchado y más dispuesto a colaborar si sabe que también puede señalar fallas del sistema, no solo recibir órdenes.

La cultura de seguridad se construye diario
No basta con tener EPP disponible. Se necesita constancia, ejemplo, formación, refuerzos y seguimiento. La cultura de seguridad es una construcción diaria que se refleja en detalles: cómo se recibe al personal nuevo, cómo se dan los avisos, cómo se actúa ante la omisión.
Un operador que usa EPP no es solo alguien que sigue reglas. Es un colaborador que se cuida a sí mismo y cuida la operación. Lograr eso toma tiempo, pero empieza con una sola decisión: tratar el tema no como una obligación, sino como una prioridad.
