A qué se debe el desabasto de medicinas en el país

En los últimos años, México ha enfrentado una crisis recurrente de desabasto de medicamentos que afecta a miles de pacientes en hospitales públicos, clínicas y farmacias del sector salud. Esta situación, lejos de ser un fenómeno aislado, obedece a múltiples factores que combinan decisiones políticas, problemas logísticos, deficiencias estructurales, falta de planeación y fallas en la cadena de suministro. El impacto social es enorme: enfermos crónicos sin tratamientos, cirugías pospuestas, interrupción de terapias y pérdida de confianza en el sistema de salud. Para entender el origen y la magnitud del problema, es necesario analizar los componentes clave que provocan este desabasto, sus consecuencias operativas y las áreas críticas que deben atenderse para restablecer un suministro estable y eficiente de medicamentos en el país.

Cambios administrativos y centralización de compras

Uno de los principales detonantes del desabasto de medicamentos en México ha sido el cambio en el modelo de adquisiciones gubernamentales. A partir de 2019, el gobierno federal centralizó las compras de medicamentos y material de curación, eliminando las adquisiciones descentralizadas que anteriormente realizaban el IMSS, ISSSTE, y las secretarías de salud estatales. Esta nueva estrategia pretendía generar ahorros y combatir la corrupción, pero su implementación careció de una planificación logística adecuada.

La nueva estructura concentró las decisiones de compra y distribución en la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS) y en la Secretaría de Hacienda. Esto provocó demoras significativas en las licitaciones, errores en la previsión de la demanda y dificultades para cumplir con los tiempos de entrega. Muchos laboratorios nacionales se vieron desplazados por proveedores internacionales que no tenían la capacidad de respuesta ni el conocimiento del sistema de distribución mexicano.

El resultado fue que hospitales y clínicas comenzaron a recibir medicamentos incompletos, en cantidades reducidas o con retrasos de semanas y meses. En algunos casos, ni siquiera se logró completar la cadena de contratos con proveedores, lo que generó vacíos en el suministro. A pesar de los esfuerzos por corregir el sistema, el proceso de transición afectó de forma directa la disponibilidad de tratamientos esenciales como quimioterapias, antirretrovirales, antihipertensivos, insulinas, antibióticos y anticonvulsivos.

Fallas logísticas y cadena de suministro ineficiente

Más allá de los errores administrativos, otro factor clave en el desabasto es la deficiente infraestructura logística en el sistema de salud. La distribución de medicamentos a hospitales, clínicas y farmacias públicas requiere una operación compleja que involucra almacenamiento, transporte especializado, control de inventarios, trazabilidad y entregas programadas.

En muchos casos, los operadores logísticos encargados de distribuir los medicamentos no cuentan con la experiencia ni los recursos suficientes para garantizar entregas completas y puntuales. Además, la falta de coordinación entre las dependencias federales y estatales complica aún más la llegada oportuna de los insumos a las unidades médicas. Por ejemplo, si un hospital realiza una solicitud de medicamentos pero la plataforma central de compras no tiene visibilidad del inventario real o no ha actualizado la demanda, el sistema colapsa.

A esto se suman problemas estructurales como almacenes mal acondicionados, falta de sistemas digitales de gestión logística, rutas ineficientes y procesos manuales que dificultan la supervisión. La pérdida de medicamentos por caducidad, daños en el transporte o mala conservación también contribuye a que la oferta efectiva sea menor a la planeada.

El sector salud no ha logrado implementar un modelo logístico moderno y robusto similar al que utilizan las grandes cadenas comerciales o farmacéuticas privadas. Esto genera una vulnerabilidad permanente en el sistema, especialmente cuando se requieren respuestas ágiles ante emergencias sanitarias o fluctuaciones en la demanda.

Producción limitada y dependencia del extranjero

Otro factor estructural que alimenta el desabasto es la limitada capacidad de producción nacional de medicamentos. México depende en gran medida de la importación de principios activos farmacéuticos (API), principalmente de países como India y China. Esta dependencia genera un alto riesgo cuando se presentan interrupciones en las cadenas globales de suministro, como ocurrió durante la pandemia de COVID-19.

En ese periodo, los retrasos en las exportaciones, el cierre temporal de plantas productoras y las restricciones logísticas provocaron escasez global de materias primas, lo que afectó directamente la disponibilidad de fármacos en México. Además, la falta de una política industrial farmacéutica sólida ha impedido el fortalecimiento de laboratorios nacionales con capacidad para producir una mayor variedad de medicamentos esenciales.

Muchos laboratorios nacionales se han retirado de las licitaciones públicas debido a los bajos márgenes de ganancia, los retrasos en los pagos por parte del gobierno y la incertidumbre operativa. Esto ha reducido la oferta interna y dejado al sistema de salud con menos proveedores confiables.

Otro elemento es la complejidad de los registros sanitarios. Para que un medicamento sea adquirido por el gobierno, debe cumplir con múltiples requisitos administrativos que muchas veces tardan meses o incluso años. Si un proveedor no tiene los permisos actualizados o su producto no aparece en el catálogo oficial, simplemente no puede participar en las compras públicas, aunque tenga capacidad para producir el medicamento.

Impacto social y respuesta institucional

El desabasto de medicamentos ha tenido un impacto humano considerable. En hospitales infantiles, pacientes con cáncer han enfrentado la interrupción de sus tratamientos, lo que disminuye la efectividad de las terapias y pone en riesgo su recuperación. En personas con enfermedades crónicas, como diabetes o hipertensión, la falta de acceso a sus medicinas puede desencadenar complicaciones graves e incluso desenlaces fatales.

El malestar social se ha manifestado en protestas, denuncias, amparos judiciales y presión mediática. Las autoridades han respondido con promesas de regularización, convenios con distribuidores internacionales y ajustes en el modelo de compras. Sin embargo, los cambios estructurales no se han implementado con la suficiente rapidez o consistencia como para resolver el problema de fondo.

Algunas instituciones han comenzado a restablecer esquemas híbridos de adquisición, permitiendo compras estatales o por delegaciones en casos urgentes. También se han impulsado programas de mejora en almacenes y sistemas digitales, pero aún falta una transformación integral que articule la producción nacional, la compra eficiente y la distribución moderna.

Conclusión

El desabasto de medicamentos en México es un problema multifactorial que tiene su origen en decisiones administrativas mal implementadas, debilidades logísticas, dependencia de insumos importados y deficiencias estructurales en el sistema de salud. Si bien las intenciones de reducir la corrupción y optimizar recursos fueron legítimas, la falta de una estrategia integral provocó una crisis de abastecimiento que sigue afectando a millones de personas. Superar este reto implica fortalecer la capacidad productiva nacional, modernizar la cadena de suministro con tecnología de punta, descentralizar decisiones operativas y asegurar una coordinación real entre todos los niveles del sistema de salud. Solo así se podrá garantizar que los medicamentos lleguen a quienes los necesitan en tiempo y forma, devolviendo la confianza y la eficacia a un servicio esencial para la vida de los mexicanos.

Compartir