En el ecosistema emprendedor, algunas ideas parecen tan absurdas que solo pueden ser reales. Tal es el caso de una startup que, en plena crisis económica y con cero presupuesto logístico, decidió entregar paquetes en monopatín. ¿Una ocurrencia hipster? ¿Una estrategia de marketing extremo? ¿O una solución creativa a un problema urgente? Esta nota explora los mitos y verdades detrás de esta historia, inspirada en casos reales como el de Lucas González en Buenos Aires, y otros emprendedores que convirtieron la micromovilidad en su ventaja competitiva. Porque en el mundo de las startups, a veces lo que parece una broma… es el inicio de algo grande.

El origen del mito: cuando la necesidad se convierte en modelo de negocio
Todo comenzó con una necesidad básica: entregar pedidos sin gastar en gasolina, sin pagar seguros, sin tener que lidiar con licencias de transporte. En ciudades como Buenos Aires, Asunción o Ciudad de México, donde el tráfico es caótico y los costos operativos son altos, algunos emprendedores decidieron que el monopatín eléctrico podía ser más que un juguete urbano. En 2020, durante la pandemia, el uso de monopatines se disparó un 230% en Argentina, y en Paraguay, casos como el de Roberto Brusquetti mostraron que incluso sin moto, se podía hacer delivery con lo que se tuviera a mano3.
La idea de usar monopatines para entregas no nació en una sala de juntas, sino en la calle. Lucas González, por ejemplo, dejó su trabajo como analista de datos y comenzó a hacer repartos en monopatín por la Ciudad de Buenos Aires. En sus mejores semanas, llegó a ganar más de $300 mil pesos argentinos, recorriendo hasta 75 kilómetros diarios. Su historia se viralizó en TikTok, y pronto se convirtió en un referente de la micromovilidad aplicada al delivery. Lo que parecía una solución improvisada se transformó en un modelo replicable.
Pero no todo fue fácil. Los repartidores en monopatín enfrentan desafíos únicos: autonomía limitada (60 km por carga), velocidad promedio de 25 a 40 km/h, necesidad de cargar en locales o estaciones, y vulnerabilidad ante el clima. Además, deben cumplir con requisitos como el permiso para transportar alimentos, monotributo y pago de ingresos brutos. Aun así, muchos lo prefieren por su bajo costo operativo, su flexibilidad y su impacto ambiental reducido. En comparación con una moto, el monopatín genera hasta 10 veces menos emisiones de CO₂.
La startup que nació de esta idea —aunque nunca tuvo nombre oficial ni rondas de inversión— funcionó como una red informal de repartidores que compartían tips, rutas y métricas. Algunos incluso crearon canales de YouTube para documentar sus experiencias, analizar apps de delivery y enseñar cómo optimizar ganancias. Lo que comenzó como una solución de emergencia se convirtió en una comunidad de aprendizaje y colaboración.
Verdades incómodas: lo que no se cuenta en los videos virales
Aunque la historia suena inspiradora, también tiene su lado oscuro. El modelo de entrega en monopatín tiene limitaciones que lo hacen inviable a gran escala. Para empezar, la capacidad de carga es reducida. Un monopatín puede transportar una mochila con hasta 10 kg, lo que limita el tipo de productos que se pueden entregar. Además, la seguridad es un tema crítico. En encuestas realizadas en Buenos Aires, el 75% de los ciudadanos considera que los monopatines son peligrosos para circular en calles y avenidas.
Otro problema es la informalidad. Muchos repartidores no están registrados, no tienen seguro, y operan fuera de los marcos legales. Esto los deja expuestos a multas, accidentes y falta de protección laboral. En países como México, se está impulsando una reforma para que los trabajadores de apps de delivery tengan acceso a seguridad social y derechos laborales. Sin embargo, en la mayoría de los casos, los repartidores en monopatín siguen siendo invisibles para el sistema.
También hay un componente de desgaste físico. Aunque el monopatín es eléctrico, requiere estar de pie durante horas, maniobrar en tráfico y enfrentar condiciones climáticas adversas. Lucas González, por ejemplo, trabaja hasta 10 horas en días lluviosos para compensar la baja demanda en otros momentos. La constancia y la disciplina son clave, pero también lo es el autocuidado. Sin una estructura formal, el riesgo de burnout es alto.
Y luego está el mito del éxito fácil. Muchos videos muestran cifras impresionantes, pero no incluyen los costos ocultos: mantenimiento del monopatín, reemplazo de baterías, tiempo de carga, desgaste físico, y comisiones de las apps. Además, los ingresos varían según la categoría del repartidor, la zona, el horario y la demanda. En promedio, un delivery en monopatín puede ganar entre $800 y $1,400 por pedido, pero eso no garantiza estabilidad ni crecimiento.
A pesar de todo, algunos emprendedores han logrado escalar el modelo. En San Francisco, la startup Tortoise desarrolló monopatines autónomos que pueden ser controlados remotamente para realizar entregas. Aunque aún están en fase piloto, muestran que la micromovilidad puede integrarse con tecnología avanzada para resolver problemas logísticos. En América Latina, sin embargo, el enfoque sigue siendo más artesanal, más humano… y más resiliente.
Lo que queda: aprendizajes, inspiración y posibilidades futuras
La historia de la startup que entregaba paquetes en monopatín no es solo una anécdota divertida. Es una metáfora de lo que significa emprender en contextos adversos: usar lo que se tiene, adaptarse rápido, aprender sobre la marcha y convertir la necesidad en oportunidad. Es también una lección sobre creatividad aplicada, sobre cómo una idea que parece ridícula puede funcionar si se ejecuta con inteligencia y compromiso.
Para los emprendedores, esta historia ofrece varias enseñanzas. Primero, que la logística no siempre requiere grandes inversiones. A veces, basta con repensar la movilidad, optimizar rutas y entender al cliente. Segundo, que la comunidad puede ser una fuente de innovación. Compartir experiencias, errores y soluciones permite mejorar el modelo y generar impacto. Tercero, que la sostenibilidad no está peleada con la rentabilidad. El uso de monopatines reduce emisiones, costos y congestión urbana.
También plantea preguntas importantes. ¿Cómo integrar la micromovilidad en modelos logísticos más amplios? ¿Qué políticas públicas pueden apoyar a estos emprendedores? ¿Cómo garantizar seguridad, derechos y escalabilidad sin perder la esencia del modelo? ¿Y qué papel jugarán las tecnologías autónomas, los drones y los robots en este ecosistema?
Lo cierto es que, más allá del mito, la historia es real. Personas como Lucas, Roberto y muchos otros han demostrado que se puede emprender con un monopatín, con una mochila y con muchas ganas. Que se puede entregar valor, literalmente, en cada viaje. Y que, en el mundo emprendedor, lo que parece una locura… a veces es solo el primer paso hacia algo extraordinario.

Conclusión
La startup que entregaba paquetes en monopatín no fue una empresa formal, pero sí una idea que desafió las reglas del juego. Inspirada en anécdotas reales, esta historia muestra que la innovación no siempre viene de Silicon Valley, sino de las calles, de la necesidad y del ingenio. Porque en el mundo emprendedor, los mitos se construyen con verdades incómodas, y las verdades se descubren en movimiento.
