El impacto de los cambios climáticos repentinos en la operación diaria

En logística, los factores externos como la demanda, los proveedores o el transporte suelen estar en el radar de los responsables operativos. Sin embargo, hay un elemento igual de impredecible que muchas veces se subestima: el clima. Una tormenta repentina, una ola de calor o un descenso brusco de temperatura pueden alterar más de lo que parece.

Estos fenómenos no solo impactan al personal, sino también a los productos, los equipos y los tiempos de respuesta. El clima, cuando no se anticipa, puede generar retrasos, riesgos de seguridad, deterioro en la mercancía o incluso errores humanos derivados de condiciones físicas extremas.

Riesgos operativos cuando sube o baja la temperatura

Un incremento repentino de calor puede afectar el rendimiento del personal, sobre todo si el almacén no cuenta con sistemas de ventilación adecuados. También puede comprometer productos sensibles al calor, como cosméticos, alimentos o electrónicos, incluso si están en su empaque original. Por otro lado, en temporadas de frío extremo, los movimientos se vuelven más lentos, el riesgo de resbalones aumenta y algunos sistemas hidráulicos pueden responder más lento o fallar.

En zonas con humedad alta o lluvias frecuentes, los riesgos de oxidación, moho o descomposición también aumentan si no hay control de ambiente o medidas preventivas. Ninguno de estos escenarios es nuevo, pero muchos almacenes siguen sin tener protocolos concretos para enfrentarlos.

Prever escenarios y ajustar los recursos

Para evitar desajustes, lo primero es monitorear las condiciones climáticas con herramientas confiables, no solo con apps generales del clima. En operaciones críticas, lo mejor es tener alertas configuradas para eventos extremos o repentinos. Esto permite anticiparse en lugar de reaccionar tarde.

Con base en esa información, es posible ajustar turnos, rotar personal, adelantar pedidos o reforzar áreas vulnerables. Si se sabe que habrá una tormenta eléctrica, por ejemplo, se puede evitar programar entregas justo a esa hora o mover procesos de descarga para otro bloque del día.

Adaptaciones físicas y operativas en el almacén

Más allá de la planificación, es clave que el almacén cuente con infraestructura adecuada para climas variables. Cortinas térmicas, extractores, sellado en puertas, techos impermeabilizados, canaletas de drenaje o sistemas de ventilación son inversiones que se amortizan rápido si se consideran los daños evitados.

También puede ser útil contar con material de protección extra para embalajes durante temporadas específicas: desde tarimas plásticas hasta fundas antihumedad o esquineros térmicos. Y no hay que olvidar que, en climas extremos, los montacargas, básculas y escáneres también pueden presentar fallos si no se les da mantenimiento con mayor frecuencia.

El factor humano también se ve afectado

No menos importante es el cuidado del equipo operativo. En épocas de calor, se deben aumentar los tiempos de hidratación y descanso; en épocas de frío, asegurar que el personal cuente con equipo adecuado. Si las condiciones son duras y no hay previsión, el nivel de errores puede incrementarse y el ambiente de trabajo se vuelve riesgoso.

A largo plazo, tener un protocolo interno para condiciones climáticas adversas reduce la improvisación y mejora la respuesta del equipo ante eventualidades. No se trata de controlar el clima, sino de que el clima no controle la operación.

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