Hay momentos en los que el liderazgo se pone verdaderamente a prueba. No en conferencias, no en simulaciones, no en sesiones de coaching. Sino en el campo de batalla real, donde cada segundo cuenta, los sistemas tiemblan, los clientes exigen y el equipo espera dirección. En México, uno de esos momentos ocurre cada noviembre: el Buen Fin. Este evento, que en 2024 generó más de 173 mil millones de pesos en ventas totales y un crecimiento del 23% en e-commerce, no solo es una fiesta de consumo, sino una prueba de fuego para líderes logísticos, comerciales y operativos. Esta nota explora las lecciones de liderazgo que solo se aprenden en el caos controlado de un Buen Fin, donde la presión no se enseña, se vive.

Liderar en tiempo real: decisiones rápidas, comunicación clara y cero espacio para el ego
Durante el Buen Fin, los líderes no tienen el lujo de esperar reportes semanales ni análisis profundos. Las decisiones se toman en minutos, a veces en segundos. ¿Se cae el sistema de pagos? Hay que activar el plan B. ¿Se saturan los canales de atención? Hay que redistribuir al equipo. ¿Un proveedor no cumple con la entrega prometida? Hay que renegociar o buscar alternativas. En este entorno, la capacidad de tomar decisiones rápidas y efectivas se vuelve vital. Pero no basta con decidir: hay que comunicar. Y hacerlo con claridad, sin ambigüedades, sin rodeos. Un líder que duda o que se contradice genera confusión, y en el Buen Fin, la confusión cuesta dinero. La comunicación debe ser directa, empática y orientada a la acción. Frases como “esto es lo que haremos”, “aquí está el plan” o “confío en ustedes para ejecutarlo” tienen más poder que cualquier discurso motivacional. Además, el ego queda fuera. No hay espacio para demostrar autoridad ni para imponer jerarquías. El liderazgo se gana en la ejecución, en la capacidad de resolver problemas y en el apoyo al equipo. Un líder que se arremanga, que responde mensajes a las 2 a.m., que entra al almacén si es necesario, inspira más que uno que da órdenes desde su oficina. En el Buen Fin, el liderazgo se mide por la acción, no por el título.
Gestión emocional: mantener la calma, cuidar al equipo y saber cuándo frenar
El Buen Fin no solo pone a prueba la operación, sino también la salud emocional del equipo. Jornadas largas, presión constante, clientes exigentes y sistemas al límite generan un entorno de alto estrés. Aquí, el liderazgo emocional se vuelve tan importante como la estrategia. Un buen líder sabe que su estado emocional se contagia. Si transmite calma, el equipo se estabiliza. Si transmite ansiedad, el caos se multiplica. Por eso, mantener la serenidad —incluso cuando todo parece desmoronarse— es una habilidad crítica. No se trata de fingir que todo está bien, sino de mostrar que hay control, que hay un plan, que se puede avanzar. Además, cuidar al equipo es esencial. No basta con exigir resultados: hay que preguntar cómo están, ofrecer pausas, reconocer el esfuerzo. Un mensaje de agradecimiento, una comida improvisada, una broma en medio del caos pueden marcar la diferencia. El equipo no solo necesita dirección, necesita sentirse visto. También hay que saber cuándo frenar. En medio del frenesí, algunos líderes creen que más esfuerzo siempre es mejor. Pero el agotamiento lleva a errores, y los errores cuestan. Saber decir “descansa”, “deleguemos esto”, “no vale la pena arriesgar más” es parte del liderazgo responsable. En el Buen Fin, liderar también es proteger.
Adaptabilidad radical: improvisar con inteligencia, aprender en tiempo real y capitalizar el caos
Por más que se planifique, el Buen Fin siempre trae sorpresas. Un producto se vuelve viral y se agota en horas. Una campaña no genera el tráfico esperado. Un influencer publica una reseña negativa. Un competidor lanza una oferta inesperada. En este entorno, la adaptabilidad no es una opción, es una obligación. Los líderes que sobreviven —y triunfan— en el Buen Fin son los que improvisan con inteligencia. No se aferran al plan original, sino que lo ajustan sobre la marcha. Si una estrategia no funciona, la cambian. Si un canal se satura, abren otro. Si un proveedor falla, activan una red de respaldo. Esta capacidad de pivotar rápido, sin perder el rumbo, es lo que distingue a los líderes ágiles. Además, el aprendizaje ocurre en tiempo real. Cada error, cada reclamo, cada dato es una fuente de información. Los líderes que escuchan, que analizan, que preguntan “¿qué podemos aprender de esto?” construyen ventaja competitiva. No esperan al cierre del evento para hacer el análisis: lo hacen mientras ocurre. Y lo más valioso: algunos líderes logran capitalizar el caos. Transforman una crisis en una oportunidad. Rediseñan procesos, descubren talentos ocultos, identifican nuevas demandas. El Buen Fin se convierte en un laboratorio de innovación, donde lo inesperado revela caminos que no estaban en el mapa. En este sentido, el caos no es enemigo del liderazgo. Es su catalizador.

Conclusión
El Buen Fin es más que una campaña comercial: es una escuela intensiva de liderazgo. En sus días de locura, los líderes aprenden lo que ningún MBA enseña. A decidir rápido, a comunicar con claridad, a cuidar a su equipo, a adaptarse sin miedo y a encontrar oportunidades en medio del caos. Porque en e-commerce, como en la vida, los verdaderos líderes no se forman en la teoría. Se forjan en el fuego de la práctica.
