Qué hacer cuando el operador no quiere usar EPP

El equipo de protección personal (EPP) es una parte esencial de cualquier operación logística segura. Sin embargo, es común encontrar resistencia por parte de algunos operadores que no quieren usarlo, ya sea por incomodidad, desconocimiento o simple desinterés. Ante esta situación, es clave que el área operativa actúe con claridad, firmeza y coherencia.

La cultura de seguridad comienza con la convicción de que proteger al personal no es negociable. No se trata de imponer normas por capricho, sino de prevenir accidentes que pueden poner en riesgo la integridad física del equipo, afectar la operación y hasta generar consecuencias legales para la empresa.

Identificar la raíz de la resistencia

Antes de aplicar sanciones o levantar reportes, conviene entender por qué el operador no quiere usar el EPP. En algunos casos, puede deberse a que el equipo no es de la talla adecuada, resulta incómodo o incluso está dañado. Detectar estas razones permite corregir el problema desde la raíz.

En otros casos, la resistencia proviene de la falta de hábito o de una cultura previa más relajada. Aquí es donde la comunicación y el ejemplo por parte de los supervisores juegan un papel fundamental para cambiar la percepción.

Capacitación constante y visible

El EPP no debe ser solo un requisito de entrada, sino una parte activa del día a día. Las capacitaciones deben recordar no solo el “qué” sino el “por qué” del equipo de protección. Mostrar ejemplos reales de accidentes evitables genera más impacto que repetir una norma.

También es importante que el personal vea que el cumplimiento se toma en serio en todos los niveles. Si un supervisor no usa su chaleco o no exige el casco donde corresponde, el mensaje es claro: las reglas no son tan importantes como parecen.

Política clara, aplicación coherente

Para que el uso del EPP sea respetado, las reglas deben estar escritas, visibles y comunicadas. No basta con decirlo una vez: se necesita reforzarlo, aplicarlo y registrar cada omisión. Cuando hay consecuencias claras para quien no cumple, el respeto por la norma aumenta.

Esto no significa castigar de inmediato, pero sí dejar claro que el uso del EPP no es opcional. Al final, permitir que uno lo omita puede contagiar a otros y normalizar el descuido en toda la operación.

Involucrar al personal en la elección del equipo

Una buena práctica es permitir que los operadores participen en la selección del EPP, dentro de las opciones permitidas por las normas. Esto genera mayor aceptación y compromiso. Por ejemplo, si los guantes tienen mejor agarre o las botas son más ligeras, es más probable que quieran usarlos.

Además, cuando el equipo está en buenas condiciones, es más fácil que lo vean como una herramienta útil y no como una carga. La reposición oportuna del EPP desgastado también transmite el mensaje de que la empresa cuida a su gente.

Reconocer el cumplimiento, no solo castigar el incumplimiento

Otra estrategia eficaz es premiar o reconocer públicamente a quienes siempre usan su EPP correctamente. A veces, un simple reconocimiento verbal o una mención en una junta operativa puede tener más efecto que una sanción.

Este enfoque refuerza la idea de que la seguridad no es solo responsabilidad del área de prevención de riesgos, sino de todo el equipo, y que cada quien tiene un rol en mantener un ambiente seguro.

Supervisión activa sin caer en el autoritarismo

La supervisión diaria debe incluir revisiones rápidas del uso del EPP. No para castigar, sino para corregir. Lo ideal es hacerlo con respeto, explicando los riesgos y recordando el compromiso que todos firmaron al ingresar.

Cuando el personal ve que la revisión es constante, justa y bien intencionada, lo interpreta como parte del estándar, no como una persecución. Con el tiempo, el cumplimiento se vuelve automático.

El costo de ignorarlo es más alto que el de exigirlo

Un accidente por no usar EPP no solo afecta al operador: puede generar pausas operativas, inspecciones, reportes ante autoridades o hasta demandas legales. Y si se demuestra que hubo omisiones en la supervisión, las consecuencias pueden escalar aún más.

Por eso, permitir que alguien trabaje sin casco, sin chaleco o sin calzado adecuado es una omisión que se paga cara. A largo plazo, cuesta menos capacitar, supervisar y reponer equipo que enfrentar un incidente por descuido.

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