Operar tu flota o tercerizar transporte

El transporte de mercancías es una de las actividades más críticas dentro de la cadena de suministro y, en América Latina, representa hasta el 50% de los costos logísticos totales de una empresa, según el Banco Interamericano de Desarrollo. Frente a este panorama, muchas compañías enfrentan una disyuntiva importante: ¿conviene operar una flota propia o tercerizar el servicio de transporte? Esta decisión no solo tiene implicaciones económicas, sino también operativas, fiscales, tecnológicas y estratégicas. Cada modelo trae consigo ventajas y desafíos específicos, y la clave está en analizar a fondo todos los costos involucrados, tanto directos como indirectos, para tomar una decisión informada y adaptada al perfil de cada negocio.

Costos fijos, variables y control en la operación de flota propia

Tener una flota propia significa asumir control total sobre los vehículos, conductores, rutas, tiempos de entrega y la calidad del servicio. Esto puede parecer atractivo a primera vista, sobre todo para empresas que manejan productos sensibles o con altos estándares de trazabilidad. Sin embargo, este nivel de control viene acompañado de una estructura de costos compleja y, en muchos casos, elevada. Los costos iniciales de adquirir una flota pueden superar los 50,000 dólares por unidad en el caso de camiones medianos o pesados. A esto se suma la inversión en seguros, impuestos vehiculares, permisos, mantenimiento preventivo y correctivo, combustible, peajes, sueldos, capacitaciones y herramientas de rastreo satelital. Un informe de PwC señala que el costo anual de operación de un camión puede alcanzar los 35,000 dólares en América Latina, dependiendo del país y del tipo de unidad.

Además, los costos fijos como sueldos y mantenimiento se mantienen incluso cuando la flota no está en uso, lo que afecta directamente el rendimiento en periodos de baja demanda. La depreciación de los activos, otro factor a considerar, puede representar hasta el 15% del valor del camión por año. También hay que contemplar los gastos administrativos asociados a la gestión de una flota: contratación de personal, supervisión de rutas, gestión documental, cumplimiento de normativas locales y monitoreo del desempeño. A pesar de estos costos, operar una flota propia permite una mejor integración entre las áreas de logística y producción, mayor adaptabilidad ante cambios operativos internos, y una identidad de marca más consolidada, sobre todo si los vehículos llevan la imagen corporativa.

Sin embargo, los riesgos también son altos. Accidentes, robos o multas pueden generar gastos imprevistos considerables. Asimismo, la necesidad de estar constantemente renovando la flota para cumplir con estándares ambientales o de eficiencia genera presión financiera adicional. En ciudades con restricciones de circulación para vehículos contaminantes, como Ciudad de México o Santiago de Chile, mantener una flota sin modernizar puede significar grandes pérdidas por inactividad.

Flexibilidad y previsibilidad de costos con la tercerización logística

Tercerizar el transporte con operadores logísticos externos es una práctica cada vez más común en América Latina. Según un estudio de la CEPAL, más del 60% de las grandes empresas de la región ya utiliza algún servicio de logística tercerizada, y este porcentaje es aún mayor en sectores como el retail y la industria alimentaria. Una de las principales ventajas de este modelo es la conversión de costos fijos en variables, lo que da a las empresas mayor capacidad para ajustarse a la demanda y operar de forma más ágil. El pago por servicio (por viaje, kilómetro o volumen entregado) permite una previsión más clara de los costos mensuales, lo que facilita la planificación financiera y reduce el riesgo de sobrecostos.

Además, las empresas de transporte especializadas suelen contar con tecnologías avanzadas de trazabilidad, flotas modernas, personal capacitado y experiencia operativa en diferentes regiones. Esto permite reducir tiempos de entrega, mejorar la eficiencia en las rutas y minimizar errores logísticos. La tercerización también libera a la empresa contratante de la carga administrativa que implica operar una flota, permitiendo enfocar recursos y atención en el core del negocio. En términos fiscales, el outsourcing del transporte se puede considerar como un gasto deducible inmediato, lo que resulta ventajoso para el flujo de caja en comparación con la amortización de activos que implica la flota propia.

Sin embargo, tercerizar también tiene riesgos. La pérdida de control sobre la última milla puede impactar negativamente la experiencia del cliente. Cuando la entrega está en manos de un tercero, cualquier error o retraso afecta la percepción del consumidor final, incluso si no fue responsabilidad directa de la empresa contratante. Además, los contratos mal diseñados pueden generar problemas de cumplimiento de tiempos, calidad del servicio o costos ocultos. Por ello, es fundamental establecer acuerdos con cláusulas claras, niveles de servicio (SLAs) bien definidos y penalizaciones ante incumplimientos. También hay que considerar que, en mercados con alta demanda logística, los costos del outsourcing pueden elevarse rápidamente por saturación de capacidad, sobre todo en fechas como el Buen Fin, Navidad o el Día del Niño, cuando el volumen de entregas se dispara.

Comparación económica basada en datos y contextos operativos

En términos económicos, diversos estudios han intentado cuantificar la diferencia de costos entre operar una flota propia y tercerizar el servicio. Según el Instituto Mexicano del Transporte, el costo promedio por kilómetro de un camión propio en México es de 12 pesos, mientras que el costo por kilómetro tercerizado puede rondar los 14 pesos. Aunque a simple vista la flota propia parece más económica, esto solo se cumple si la empresa logra mantener una alta eficiencia de uso. Cuando los vehículos pasan demasiado tiempo sin operar, el costo por kilómetro se incrementa considerablemente, y el modelo deja de ser rentable.

En Brasil, la Asociación Nacional de Transporte de Cargas (NTC) indica que el costo mensual por unidad propia puede oscilar entre 18,000 y 25,000 reales, incluyendo todos los gastos operativos. Por su parte, empresas que tercerizan pagan en promedio entre 2.30 y 2.80 reales por kilómetro, dependiendo del tipo de carga y la distancia recorrida. Este modelo favorece a empresas con demandas variables, ya que no requieren grandes inversiones iniciales y pueden ajustar su presupuesto logístico mes a mes. En Chile, el análisis es similar. Operar una flota de 10 camiones puede costar cerca de 300 millones de pesos anuales, mientras que contratar el servicio con un operador logístico representa un ahorro de hasta el 20% en términos totales, siempre y cuando los niveles de servicio se mantengan estables.

La decisión también depende del alcance geográfico de las operaciones. Para empresas que solo operan en una ciudad o región, la flota propia puede resultar conveniente. Pero si la distribución abarca varios países o zonas remotas, tercerizar con un operador que ya tenga presencia y experiencia local puede ser mucho más eficiente. Asimismo, para las compañías que buscan crecer rápidamente, el outsourcing les permite escalar su operación sin necesidad de endeudarse para adquirir nuevos vehículos.

Conclusión

Elegir entre operar una flota propia o tercerizar el servicio de transporte no tiene una respuesta universal. Dependerá del tamaño de la empresa, la naturaleza del producto, la previsibilidad de la demanda, la cobertura geográfica y la disponibilidad de capital. Lo esencial es realizar un análisis detallado de los costos directos e indirectos de cada modelo, así como considerar los impactos estratégicos de largo plazo. En un entorno logístico tan dinámico como el de América Latina, la flexibilidad, la eficiencia y la capacidad de adaptación pueden ser tan importantes como los números. Por eso, cada decisión debe tomarse con una visión integral y sustentada en datos reales.

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