Intensidad ardiente en los crujidos al morder, alma y piel despertando tras la huella de la caricia del sabor. Sequitas, en fuego efervescente de lo natural, abraza el salado de la carne, quietud entre diversas opciones; pureza en su estado más crudo y sincero, un sabor que asienta en la profundidad del paladar y se graba en la memoria. O bien, una hiriente frescura que atraviesa la oscuridad, con chile y limón, vibrantes recuerdos del fuego de la vida. Sequitas, en limón y sal, con el reposo constante de una sal profunda y serena, encontrándose con la herida de la frescura.
Deseos del paladar en mordiscos que son algo más que un simple sabor. Suspiros del pasado convirtiéndose en presente, crujidos que conectan con la tierra y el tiempo. Carne transformada en memoria, en el ritual del primer mordisco que se queda y nos posee. Sequitas es la memoria del cuerpo y el deseo del paladar.