18.5 es testigo de las risas clandestinas y silencios compartidos, adaptado a la luz de la ocasión, un mezcal que dice lo que se intuye; sin distinguir nombres, se siente, se vierte y te transforma. Espadín, que madura ocho años en la tierra antes de entregar su aliento ahumado, con un cuerpo terroso, su destello de cítricos y especias. Tobalá, paciente esperando hasta doce años para suavizar el fuego de la dulzura floral entre las sombras de su humo.
Sin ritos ni reglas, Mezcal 18.5 es puro instante, efímero e inmortal. Enciende lo común, lo vuelve ceremonia. Mexicano en su esencia, arraigado de los que lo consumen en cada boca que lo pronuncia, sin ser solo un mezcal; un hilo invisible donde lo extraordinario y lo cotidiano se atraviesan, una unión persistente cuando todo lo demás se ha ido, convirtiéndose en el recuerdo de la prosperidad donde la raíz es fiel a ser quien es.